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Las emociones

SDÚltimamente se habla mucho de emociones. Parece como si fueran un nuevo descubrimiento… y ¡siempre han estado aquí! Forman parte de la dotación de la especie y aseguran nuestra supervivencia. ¡Tan nuestras y tan ignoradas! Y es que la sociedad occidental, empeñada en racionalizar todo, no ha hecho más que potenciar una paulatina desconexión de estas brújulas naturales que cualquier persona lleva incorporadas de serie.

Las emociones son estados afectivos que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que genera unos cambios orgánicos (tanto a nivel fisiológico como endocrino) innatos en las personas, los cuales están influidos por la experiencia. Cada emoción tiene una tendencia de acción, es decir, nos moviliza para satisfacer las necesidades que tenemos en un determinado momento para que recuperemos nuestro equilibrio.

En las personas el hecho de experimentar una emoción generalmente mezcla una serie de cogniciones, creencias y actitudes sobre el mundo que aplicamos cada vez que nos encontramos ante situaciones concretas, por lo tanto estas influyen en cómo percibimos dicha situación. Un ejemplo que nos ayudará a ilustrar este hecho: Estaremos de acuerdo en que no sentiremos lo mismo, y no reaccionaremos de la misma manera, al encontrarnos ante un león en el zoo que si lo estuviéramos en la sabana completamente desprotegidos, cara a cara con la bestia (¡tenemos las de perder!). En la primera circunstancia estaremos probablemente tranquilos disfrutando de un día de ocio mientras admiramos (o nos apiadamos) del animal. En la segunda nos embargará la emoción del miedo que activará todos los sistemas para huir y ponernos en lugar seguro (así cubrimos la necesidad detectada de protección).

 

leon

 

En los humanos se han identificado 6 emociones básicas (dependiendo del autor el número puede variar hasta 8), las cuales cumplen una función adaptativa:

 

Emoción. Experiencia. función
Miedo. Nos alerta de la presencia de un peligro o amenaza. Empezamos a sentir inseguridad, incertidumbre, ansiedad …

 

Tendencia a buscar protección.
Sorpresa. Es rápida y transitoria. Nos sobresaltos, mostramos sorpresa, desconcierto … Nos hace focalizar la atención sobre lo que nos ha llamado la atención con el fin de saber qué pasa.
Aversión Asco, repugnancia… nos alejamos o rechazamos la situación o estímulo que nos la provoca.

 

Nos produce rechazo de lo que se nos presenta por delante.

 

Ira. Irritabilidad, enojo, resentimiento, rabia… generamos la energía necesaria para emprender acciones vigorosas. Nos avoca a destrucción en su forma más extrema. Por otro lado nos moviliza para emprender acciones.
Felicidad. Entusiasmo, diversión, euforia, sentimiento de seguridad y bienestar. Inhibe los sentimientos negativos al mismo tiempo que aumenta la energía disponible. La felicidad nos proporciona el entusiasmo para afrontar cualquier tarea que estemos haciendo. También nos induce a la preproducción de lo que nos hace sentir bien.
Tristeza. Experimentamos soledad, pesimismo, pena… disminuimos la energía y el entusiasmo por las actividades vitales especialmente para las diversiones y los placeres. Nos recogemos en nosotros mismos para darnos la oportunidad de llorar una pérdida, sopesar sus consecuencias, para integrar una pérdida irreparable.

 

 

Esta exposición se aleja mucho de un artículo académico o científico. Mi intención es dar una idea básica y resumida, muy a grandes rasgos, de lo que es una emoción y cuál es su función. Un “fondo de armario” que nos ayude a comprender mucho de lo que hacemos o sentimos.

 

Hasta aquí parece fácil, ¿verdad? Pues no lo es tanto, ya que las emociones, a menudo, no se presentan en su forma básica, sino que lo hacen en forma de emociones secundarias, es decir, responden a un sentimiento o pensamiento más primario. Estas resultan problemáticas porque enmascaran o esconden lo que estamos sintiendo. Aquí va un ejemplo: Una persona puede mostrarse airada y realmente estar sintiendo una enorme tristeza y vulnerabilidad. Las personas muy entrenadas pueden llegar a “desgranar” sus emociones de tal manera que llegan a saber qué sienten y a partir de allí movilizar los recursos suficientes para poder cubrir las necesidades que las estaban generando. ¿Qué pasa cuando una emoción no se escucha? Pues que nos generará una sensación de malestar continuo, en forma de angustia, depresión, etc. que nos acompañará hasta que no atendamos lo que nos quieres decir, y cubramos la necesidad que la está generando. Cuando es así, cuando no encontramos las respuestas a nuestro malestar, o tenemos una sintomatología que nos dificulta el día a día el mejor es pedir ayuda a un profesional de la psicología.

 

Os dejo un interesante vídeo sobre el tema:

 

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